domingo, 27 de noviembre de 2011

El caballo amarillo revisited

De una carta escrita a un amigo en el exilio:
"Decididamente me he vuelto anarquista, como aquel tío abuelo mío que a los catorce años puso una bomba en un puente, y justo cuando estaba a punto de darle al detonador, lo trincó la Guardia Civil y lo infló a guantazos y patadas antes de devolvérselo hecho un guiñapo a su pobrecita madre, mi bisabuela. (La historia es verídica, me la contó mi abuelo unas quinientas mil veces.) Así que anarquista. Pero no anarquista de salón o a la borgiana manera. Sino anarquista de bomba y mecha encendida."
Me ganará la pereza, seguro.

martes, 1 de noviembre de 2011

Piropo

El otro día el Hombre del Vino —es decir, Emilio el Loco, como ya saben todos ustedes gracias a la increíble intuición de Másdelomismo— me dedicó un original piropo-insulto, cuya transcripción exacta encontrarán al final de esta entrada. El caso es que me disponía a salir de casa a eso de las nueve y media de la mañana cuando vi a Emilio sentado en el escalón del zaguán, escribiendo quién sabe qué cosas en un papelito. Como es natural, me entraron unas ganas locas de leer lo que Emilio estaba escribiendo, así que me acerqué a él despacio y sin hacer ruido y con la intención de echar un vistazo por encima de su hombro. No sé cómo Emilio se dio cuenta enseguida de que yo andaba a sus espaldas tratando de meter las narices en sus asuntos. Reaccionó entonces con dignidad de gran señor: me volvió ostensiblemente la cara, dobló el papel y se lo guardó en el bolsillo de la cazadora. Todo sucedió tan rápidamente que no alcancé a ver más que unos cuantos garabatos, perfectamente ilegibles por lo demás.

Salí a la calle un poco avergonzado por lo que había ocurrido; apenas había dado unos pasos cuando oí detrás de mí la voz de Emilio, que me decía con mucha guasa:

—¡Anda, vete ya, secretario! ¡Que eres más bonito que el duque de Calabria!


El Hombre del Vino desde el balcón, otro día