domingo, 23 de enero de 2011

Cinco minutos en la Alameda

Practicar al anochecer eso que Pepín Bello llamaba ruismo y que no es sino un pretexto para estirar las piernas y echar un cigarrito; caminar hasta la Alameda y una vez allí permitirme el anacronismo (tal vez el delito) de fumar entre columnas romanas, mientras miro y evalúo sin entusiasmo a las bárbaras de pelo rubio y lacio y mejillas coloradas que a esta hora pasean en alegres manadas por el centro de la ciudad. Uno es lo que es ahora: un hombre que fuma entre columnas romanas mientras ve pasar la vida, aburrido, sin nostalgias, procurando no caer en la pose (yo no estoy vencido ni especialmente lúcido; yo soy, exactamente, Esteves sin metafísica). Un perro sucio y gordo, el mismo, ahora me doy cuenta, que esta mañana ladraba atado a la puerta del nuevo mercado de la Encarnación, se para a mi lado y se me queda mirando como si me conociera de toda la vida. Hace frío, el perro mueve el rabo, los ojos le brillan, quiere hacerse amigo mío. ¡Hasta ahí podíamos llegar! Doy unos pasos y me alejo del perro. Hay más perros -limpios, caros, de raza-, cuyos excrementos acabarán en la bolsa de plástico que invariablemente llevan consigo sus dueños, gente concienciada y recicladora, ya se sabe. Nubecillas de vapor saliendo de las bocas de los transeúntes. Un autobús que pasa y hace vibrar el suelo. Poca gente en el bar que han puesto en la esquina donde antes estuvo el bar Las Maravillas. Vagos pensamientos acerca de lo moderno y del abuso de la luz morada y del color blanco en ciertos establecimientos. En fin, nada.
Todo esto que ahora me cuento duró lo que dura un cigarrillo, y mentiría si dijera que vi, hice o pensé algo más de lo que aquí me he contado. Sabemos que la vida es mucho de esto y poco de lo que de verdad nos interesa, pero hay que decirlo sin énfasis. Acabé, pues, el cigarrillo, le di la última calada y lo tiré al suelo. Cuando poco después llegué a casa, busqué el verso que dice:

Mientras el Destino me lo conceda, continuaré fumando.




1 comentario:

Unknown dijo...

Me gusta leer lo que escribes, transporta.
Un saludo.